Comienza
a anochecer. Las sombras lastiman y golpean las ramas de los árboles,
mientras Mary camina hacia el viejo molino. Sus aspas
protestan en un lento pero insistente girar. De repente, escucha la cadencia de unos pasos que se acercan a su
espalda. Tap, tap, tap… Una criatura, grande y deforme, avanza hacia ella desde
la espesura del bosque. Mary se gira lentamente, sin prisa, para enfrentarse a
esos ojos que la miran con reconocimiento. Ella sostiene el peso de su mirada.
Todo a su alrededor parece haberse detenido, excepto la mano del monstruo que se
aproxima a su rostro.
Mary se despierta, aprieta los
parpados y aguanta la respiración durante unos segundos. Un
momento fugaz que desea transformar en imperecedero, como una fotografía
congelada en el tiempo. Abre los ojos y tapa su boca para acallar el llanto. A su lado el corazón de Percy, su esposo, envuelto
en palabras de amor.